El sábado amaneció fresco y con una ligera brisa, pero el día fue calentándose según el sol iba poniéndose montano. Hacia las 10:00, en el punto de encuentro aparecimos algunas personas voluntarias de la Plataforma e incluso un par de arancetanas. Esperábamos al autobús procedente de Talavera de la Reina con el grueso del grupo, el de Ardeidas, organizadores de la jornada y a quienes debemos que otras personas nos añadiéramos y disfrutáramos de este precioso día de preludio veraniego. ¡Cómo está el tiempo; y es abril!
En el puente de Alcántara nos reunimos todas. Las del bus eran muchedumbre. ¡Qué gozada de participación!
La verdad es que no era para menos; la dedicación de esta I Ruta Geológica a Rafa –nos dejó no hace siquiera un año- merecía que fuera así, multitudinaria y llena de reconocimiento por su labor desarrollada en vida. Miguel Ángel nos lo recuerda; a Rafa le gustaba contagiar su pasión por las piedras y aceptaba como propio el mote por el que todos le conocían. Nos cuenta Miguel Ángel algunos chascarrillos vividos con Rafa, como el de pretender un día llevarle la mochila. No se volvería a ofrecer porque el capricho de usar una mochila voluminosa no era gratuito, siempre iba cargada de piedras que recolectaba en el camino.
La memorial presentación se torna muy emotiva. Carmen, su viuda, también nos acompaña y agradece el gesto de Ardeidas y el de tantas personas que le conocieron y hoy le dedicaban esta salida. La emoción es acogida con un enorme aplauso al que seguiría otro cuando nuestro guía geólogo, Félix Cañadas, no consigue articular las primeras palabras. Sin duda el día empieza bien, con buen tiempo, buenos recuerdos y ganas de hacer de hoy un día inolvidable.
Empezamos haciendo un recorrido geológico de varios millones de años a través de unas viñetas tan instructivas como ilustrativas ideadas por Andrés Díez Herrero y materializadas por José Orcajo de Francisco. Y todo para tomar conciencia de que el suelo que pisamos estuvo tan profundo como para formar parte de las entrañas magmáticas de la Tierra, pero también tan alto como cotas superiores a las que hoy luce el Himalaya. Por supuesto pasando por sucesivos episodios de fragmentación, erosión, arrastre y sedimentación como consecuencia del movimiento y la fricción entre las placas tectónicas, que parecen casi navegar y flotar sobre una burbuja magmática como gigantescas placas de hielo sobre el océano.
Una mirada hacia la peña que alberga la “Ciudad de las Tres Culturas” nos permite casi distinguir tres grandes aterrazamientos formados por los diferentes niveles dominantes del agua en función de la pendiente de evacuación que ha ido describiendo el perfil del territorio a lo largo del tiempo geológico de formación de la cuenca.
La riqueza geológica de Toledo, permite también calificarla como “Ciudad de las Tres Geologías” que dominan la península Ibérica: la Hercínica, la Alpina y la Cenozoica.
Iniciamos la ruta tomando la llamada “senda ecológica” junto al Tajo y pasando bajo el puente de Alcántara por la margen izquierda. Lo de “senda ecológica” no sé de dónde viene. No es senda porque no es un camino hecho a base de sucesivas pisadas sino construido como una de tantas obras. Y la ecología no se ve por ningún lado; en todo caso es un insulto a la realidad que se muestra ante nuestros ojos: el cauce de un río relleno de efluentes espumosos, grasientos y de mal olor procedentes de una depuración deficiente, cuando no inexistente. Seguramente y como viene siendo habitual, el nombre es una forma de distraer la desidia y esconder las vergüenzas con que la política dominante trata al Tajo y a sus ríos.
A los pocos pasos de pasar bajo el puente por un estrecho arco hacemos la primera parada para contemplar un ejemplo de lo que en Geología llaman leucolitos y melanolitos. El color claro y obscuro respectivamente de esas masas rocosas parece que lo dan las distintas temperaturas a las que fundieron esos granitos.
A nuestra espalda el río nos muestra la segunda de las azudas con las que el Tajo en Toledo es obligado a remansar sus aguas, la presa de San Servando. En su orilla izquierda nos topamos con los restos de lo que fue el Molino de Cervantes o de San Servando y luego central hidroeléctrica. En la margen derecha alguien comenta que se encuentran los restos de lo que fue el artificio de Juanelo Turriano con el que durante más de 50 años se abasteció de agua del río al Palacio Real, hoy Alcázar. En realidad de ese ingenio no queda nada visible ni seguramente nada del Molino del Carmen que lo precedió. Lo que se ve son los restos del edificio de las Turbinas de Vargas.
Subimos a la carretera para cruzar por el Puente Nuevo a la otra orilla y retomar la mal llamada “senda ecológica”. Inmediatamente un fuerte olor a atarjea se hace presente y aparecen todavía restos de toallitas que contribuyeron a la obstrucción y posterior rotura de la bajante de aguas negras de Docecantos al sistema de alcantarillado hace un par de años.
Hacemos la segunda parada sobre un basamento de lo que fue el acueducto romano construido hacia el siglo II de nuestra era. Félix nos muestra algunas imágenes que reproducen el aspecto que debió tener tan imponente obra para traer agua a Toletum desde 38 kms. al sur. Parece mentira que, dominando esa tecnología, no supieran lo de los vasos comunicantes.
En este momento, algunas preguntas y comentarios sobre asuntos no directamente relacionados con la visita que estábamos haciendo amenazan con abrir un encendido debate sobre el fracking y la energía nuclear, tecnologías que gozan de la simpatía de nuestro guía. Finalmente, la prudencia se instala y volvemos a lo nuestro, a seguir el recorrido por una estrechura que discurre sobre la canalización de alcantarillado. A pocos metros divisamos en la otra orilla un martinete. ¡Qué bonita estampa, la del martinete, porque el río luce flotanto una asquerosa masa entre amarillo, verde y marrón! Alguien apunta que podrían ser pólenes depositados sobre el agua. Ojalá fuera así.
De repente nuestro guía nos llama la atención sobre una curiosidad que él califica “de libro”. Se trata de un “xenolito”, una especie de ligera protuberancia que aparece en una roca, muy redondeado y con un borde uniforme cuyo tono grisáceo contrasta ligeramente con el resto de la piedra y la superficie que envuelve. Todo apunta a que el magma en su recorrido ascendente encuentra masas rocosas que no llegan a fundirse, ya sea por su gran tamaño o por su composición más densa.
Un poco más adelante volveríamos a encontrarnos con otras formas de xenolitos más o menos fáciles de identificar. Desde ese lugar, pero al otro lado del río, divisamos cómo se levanta el “Cerro del Bú”, asentamiento de alrededor de 4.500 años que ocuparan los primeros pobladores de lo que con el tiempo acabaría siendo Toledo. Se trata de una gran masa rocosa abatida por innumerables diaclasas y algunas pequeñas fallas que poco a poco van precipitando al río.
Nos precipitamos también nosotros por una escalera a la altura de la que fue casa de la esposa de Miguel de Cervantes para bajar al nivel de río donde se sitúa la Barca de Pasaje que, en tiempos, sirviera a ganaderos, labriegos y comerciantes procedentes del sur de Toledo para cruzar el río y acudir al zoco -mercado- a vender sus productos.
Dejamos atrás dos azudas más: el de Saelices y de San Sebastián. Ambos tuvieron molinos en sus extremos; alguno de ellos fue previamente aceña y otro se reconvirtió en casa de luz. Hoy apenas quedan restos. Hacemos una parada inmediatamente antes de llegar a los restos de lo que fueron las aceñas del Daicán para contemplar el talud de la orilla izquierda del río. Estamos en el centro del meandro del torno de Toledo y, con la ayuda de unos mapas, Felix nos advierte que este meandro puede que en realidad sea el resultado de dos fallas: una, la que tenemos frente a nosotros que separa dos masas cristalinas; otra, a nuestra espalda, que separa la cristalina y dura de la más blanda y arcillosa. La primera es apreciable, la segunda se vería en el mismo lugar donde se ha instalado la escalera mecánica que da acceso al Palacio de Congresos desde la Estación de Autobuses. Su descubrimiento reciente es una rareza geológica que nuestras instituciones municipales y autonómicas no han querido proteger ni siquiera a través de un muro y piso transparentes que permitieran su observación.
Terminamos la ruta llegando al puente de San Martín, inmediatamente después de dejar atrás el azud de Santa Ana. Su perfil característico denuncia la mala calidad del agua circulante por el cauce del Tajo formando escandalosas y asquerosas espumas y papillas de varias tonalidades. La Confederación Hidrográfica del Tajo quiere derribar ese azud con el pretexto de que “afea la estampa de Toledo”. ¡Qué cinismo!
Justo bajo el puente, Felix nos llama la atención sobre unas incrustaciones de granates, piedra semipreciosa, que no es difícil encontrar en otros tramos geológicos alrededor de Toledo. Son las 13:30 y apetece hacer una parada de avitullamiento y descanso para emprender viaje al Monumento Geológico de Las Barrancas, en el embalse de Castrejón.
Allí iniciamos un breve paseo de apenas 20 minutos para gozar de un paisaje singular formado por la degradación y precipatación de los materiales más blandos hacia el fondo del cuenco formado entre los montes de Toledo y la Sierra de Madrid. Allí se han ido depositando, superponiendo y compactando capas de gravas, areniscas, arenas y arcillas que, a su vez el agua y el río ha ido erosionando y esculpiendo, produciendo desplazamientos y derrumbes que han terminado por conformar un paisaje vertical de pináculos de un belleza y colorido espectacular.
Lástima que tal paraje comparta espacio con el vaso de decantación de todas las aguas residuales de Madrid en que ha quedado convertido el embalse de Castrejón, primero aguas abajo de la capital. Está colmatado en sus ¾ partes y, dada la ausencia casi total de dinámica fluvial, la inmensa mayoría de su contenido procedería de la materia orgánica y de todo tipo de vertidos no depurados o depurados deficientemente de la Comunidad de Madrid.
Terminamos esta bonita jornada contemplando el vuelo de las grajillas y otras aves muy comunes en este precioso lugar.
Nuestro último recuerdo para Rafael y nuestro más sincero agradecimiento a Ardeidas, a Miguel Ángel de la Cruz, a Fernando Cámara, a todas las personas que eligieron esta actividad para este día y, ¿cómo no? a Félix por habernos hecho un poco más cultos y hacer posible que nos acerquemos a contemplar esa Naturaleza aparentemente tan inerte y al mismo tiempo tan viva, tan longeva.
Fernando cámara Orgaz
Enhorabuena compañeros. Gracias por vuestra grata compañía. Magnífica la crónica, muy detallada e ilustrativa de lo que todos sentimos y vivimos este día señalado dedicado a nuestro gran amigo y compañero Rafael Rodríguez Calderón “Piedrólogo” como nos gustaba (y le gustaba) llamarle. Ha sido la Iª Ruta en su recuerdo y esperamos hacer muchas más. El entorno geológico del Tajo por Toledo: una gozada. Lástima de río que mantienen olvidado y maltratado, lo que podría ser, si sus aguas fueran un mínimo reflejo de lo que de verdad es el Tajo, el río grande de Iberia.
Hasta la próxima compañeros, salud, ecología y abrazos para tod@s
F. Cámara
ARDEIDAS
Carmen
Creo que es de agradecer que se organicen este tipo de rutas. A ver si algún día me entero a tiempo y puedo ir.